Avanzar y bajar intensidad del conflicto, lo que sigue en los diálogos
- On 12 de julio de 2015
Tres reafirmaciones de las Farc frente a la mesa de diálogos, en solo tres días de esta semana, parecen empezar a resolver, para bien, el dilema que el pasado domingo dejó planteado el jefe de los negociadores del Gobierno, Humberto de la Calle, cuando dijo: “Por bien o por mal, el proceso de paz se está acabando”.
Las Farc ratificaron que quieren firmar la paz con este gobierno, dieron el primer paso adelante en el desescalamiento del conflicto, anunciando una tregua unilateral, y dejaron claro que su decisión es abandonar las armas para hacer política.
No es poca cosa en una guerrilla que históricamente actúa a la defensiva cuando se siente presionada.
Esta atípica reacción de las Farc demostraría que están entendiendo la importancia de que el proceso de paz cuente con el apoyo del país. También, que se estarían sintonizando con el realismo político que exige la actual coyuntura y que el presidente Juan Manuel Santos ha sintetizado diciendo: “No avanzar hoy es retroceder”.
Está claro que el proceso de paz ha llegado a un punto de inflexión en el que solo es viable si de aquí hacia adelante hay avances prontos y sucesivos en la agenda de negociación y si, al tiempo, se dan pasos ininterrumpidos para bajar la intensidad de la guerra.
Por sí solo, el cese unilateral del fuego de las Farc por un mes –a partir del 20 de julio– no alcanza para recuperar la confianza de los colombianos. Un primer sondeo de la firma Datexco es indicativo: el 73 por ciento de los consultados no creen que ese gesto muestre voluntad de paz de las Farc.
Ya lo dijeron los obispos el jueves, al terminar su asamblea en Medellín: “Más allá del anuncio de un cese temporal de sus acciones violentas, el pueblo colombiano clama por un compromiso de las Farc y del Eln de un cese definitivo de hostilidades”.
Por supuesto, también le pidieron al Estado “favorecer las condiciones para alcanzar este propósito”. Cualquier otro escenario resulta inaceptable para el país, que hoy está con la copa rebosada por los ataques a la infraestructura pública mientras la negociación en La Habana, dos años y medio después, está atascada en el crítico tema de la justicia.
Una pena efectiva
Es inminente el anuncio de un acuerdo de la mesa de diálogos sobre la manera como se va a reparar a las víctimas del conflicto, y este es el punto de partida para entrar de lleno al tema decisivo de la negociación: el mecanismo judicial que se aplicará los jefes de las Farc y a otros actores que han cometido delitos graves en medio del conflicto.
La discusión no es si el castigo es una cárcel tradicional, pues está descartada, sino cuáles serían las condiciones especiales de reclusión que tendrían los responsables de crímenes atroces.
No es descabellado pensar que la negociación de este asunto sensible se dará con la celeridad que exige el actual momento del proceso de paz. Sobre todo porque las Farc no descartan la reclusión especial, como se lo dijo el jefe guerrillero ‘Pastor Alape’ a EL TIEMPO.
Pero no será sencillo negociar, por ejemplo, el tiempo efectivo de esta reclusión. Es previsible, entonces, que vendrán momentos muy tensos en los que a cada parte le corresponderá hacer lo necesario para demostrar su voluntad de paz.
Al fin y al cabo, en esta negociación política se definirá si Colombia va a lograr la paz o seguirá en guerra. “Si hay progreso en la justicia, habrá cese del fuego”, dijo el presidente Santos el viernes, refiriéndose obviamente al cese bilateral definitivo, que debe ser el comienzo del fin del conflicto con las Farc.
Pero, además, no hay que perder de vista que el país está a solo tres meses de las elecciones regionales, ni que estos comicios serán una presión adicional para la mesa de negociaciones de La Habana por la polarización que el proceso de paz produce en el país.
Lo ideal es que antes de la jornada electoral la mesa de diálogos registre avances sustanciales para que las negociaciones queden a salvo del intenso debate electoral que ya comienza a irrumpir en el país.
Lo que por ahora nadie puede poner en duda es que la manera tan rápida como se pasó del “peor momento” que ha vivido el proceso de paz desde su inicio –según palabras de De la Calle– a un escenario más prometedor es la prueba de que ninguna de las partes quiere continuar esta guerra.
Fuente. El Tiempo