19. Comisión Diocesana de Vida y Paz

OBSERVATORIO - CASOS - DIOCÉSIS DE BARRANCABERMEJA

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Lugar: Barrancabermeja, Santander.
Modalidad: Reconciliación.
Tipo: Antropológica y Estructural
Autores: Iglesia católica (Diócesis de Barrancabermeja)
Participantes: Diócesis de Barrancabermeja, Comisión Diocesana de Vida y Paz, víctimas del conflicto armado
Otros: Movimientos sociales y organizaciones de base comunitaria
Objetivo: Acompañar en el proceso de reconciliación y perdón a las victimas del conflicto armado de Barrancabermeja a través del acompañamiento psicosocial, emocional, formación en liderazgo y la asesoría en procesos burocráticos para acceder a ayudas humanitarias.
Timeline: Desde la década de los noventa hasta la primera década de los 2000
Duración De forma permanente desde la década de los noventa hasta la primera década de los 2000
Descripción de la experiencia

La presencia de la Iglesia católica en la región del Magdalena Medio se fortaleció a partir del siglo XX con la Misión del Río, una misión encabezada por Jesuitas que buscaba acercar las comunidades del Magdalena Medio a los preceptos de su orden eclesiástica para proveerlas de herramientas para la fe (Marín y Díaz, 2012); para 1923, narra el Padre Herrera S, J en Marín y Díaz (2012), se inició la construcción del primer templo católico en Barrancabermeja, y cinco años más tarde, fue erigida la Prefectura Apostólica, ahora Casa Cural, en un terreno donado por la Tropical Oil Company; hacia 1952, la presencia eclesiástica empezó a tener más forma con la construcción de una iglesia de grandes proporciones que, más adelante, se convirtió en la Catedral de la Diócesis de Barrancabermeja la cual se erigió en 1962, siendo su primer obispo el jesuita Bernardo Arango Henao (Plata & Figueroa, 2017); contrario a otras regiones, la Iglesia se acercó más al mundo obrero creando vínculos con las directivas de la Tropical Oil Company, empresa compuesta por norteamericanos en su mayoría de origen protestante, y observándose la gestación de diversos sindicatos de corte católico.

Para la década de los sesenta, la joven Iglesia barranqueña se vio afectada por los movimientos del Concilio Vaticano II y la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), que le permitieron una dinámica progresista en la ciudad; esta dinámica se manifestó en 1971 con el secretariado de Pastoral Social, bajo la dirección del Padre Floresmiro López, que concretizó la presencia de las parroquias en espacios sociales, políticos y culturales de la ciudad y la región (Plata & Figueroa, 2017); desde los ochenta, la violencia en la región empezó a ir en alto con la aparición de más actores armados, convirtiéndose en un escenario de la estrategia de lucha contrainsurgente y el paramilitarismo; no obstante, y a la par que el conflicto armado se acentuaba, las organizaciones y movimientos en defensa de los derechos humanos surgían y se fortalecían; entre 1993 y 1997, la Diócesis de Barrancabermeja, en cabeza de Monseñor Jaime Duarte, hizo énfasis en el trabajo por el desarrollo humano, la formación en torno a la solidaridad, y la labor por los DDHH, lo que permitió la consolidación de la Comisión Diocesana de Vida y Paz, una iniciativa de resistencia pacífica generada a partir del equipo de Pastoral Social, y de algunas parroquias de las Diócesis de Barrancabermeja, para hacerle frente a la violencia y dotar a las comunidades víctimas del conflicto de capacidades de respuesta a la situación de violencia que se vivía en la región.

Cristóbal Reyes Alvarado, protagonista de este caso, quien nació y creció en Barrancabermeja y se graduó como abogado, narra algunos de los hechos violentos del conflicto armado para la región y el rol de la Comisión Diocesana de Vida y Paz; Cristóbal ha estado vinculado a diferentes procesos sociales como el Espacio de Trabajadores y Trabajadoras de Derechos Humanos, el Comité de Convivencia Ciudadana y la Mesa departamental de Paz; en la parte pública, como Personero delegado en Derechos Humanos; y con la Diócesis, con su participación en la Comisión Diocesana de Vida y Paz y el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (PDPMM); en su testimonio, manifiesta que la Diócesis de Barrancabermeja ha tenido un gran trabajo en la parte social, pues ha manejado diferentes procesos sociales en las comunidades, y ha sido un apoyo para las problemáticas que la violencia ha generado en la región.

Básicamente, el rol de la Comisión Diocesana de Vida y Paz, como extensión de la Diócesis, se centró en dos aspectos principales: por un lado, la atención psicosocial a víctimas de la violencia armada; y, por el otro, el acompañamiento a víctimas en procesos burocráticos de acceso a ayuda humanitaria, por ejemplo, a través de la Red de Solidaridad; así, en su ejercicio comunitario, la Comisión articuló con organizaciones que brindaron, algunas aún, acompañamiento psicosocial, jurídico y formación en liderazgo, entre ellas, la Corporación AVRE, MISEREOR de Alemania y ATIDAV; la articulación con estas organizaciones generó una base social más capacitada y dispuesta para asumir los aportes y espacios que brindaba el proyecto Laboratorio de Paz del PDPMM; la Diócesis de Barrancabermeja, además de su trabajo predominantemente eclesial, aportó en los diálogos pastorales que sostenía, tanto con los actores estatales, como con los actores armados ilegales; como lo documenta la Comisión de Conciliación Nacional (2017), desde la primera asamblea de la Conferencia Episcopal latinoamericana, la Iglesia buscó trabajar por la paz y los menos favorecidos; sin embargo, fue hasta los ochenta que la Iglesia incidió de manera directa y participativa para la reconciliación de las partes implicadas con los diálogos pastorales; en ese recorrido, la Iglesia empezó a participar en las conversaciones de 1987, entre las guerrillas y el Gobierno Nacional, actuando como mediadora y exigiendo el respeto por los DDHH (Comisión Nacional de Conciliación, 2017).

Para 1998, cuando las Autodefensas de Santander y Sur del Cesar (Ausac) efectuaron una masacre en la que murieron 7 jóvenes y 25 más fueron desaparecidos, se planteó un panorama en el que se requería mayor compromiso con los DDHH y la paz; así, a partir de ese año, y hasta el 2001 aproximadamente, la Comisión Diocesana de Vida y Paz fomentó programas de formación para los agentes pastorales y líderes sociales en los campos de la organización comunitaria y el liderazgo social a través del Secretariado Nacional de la Pastoral Social y el Proyecto Laboratorio de Paz del PDPMM (Soto, E, sf); de esta forma, se establecieron relaciones con diferentes organizaciones sociales, de mujeres, sindicales, gremiales, de desplazados, para hacerle frente a la violencia y proveer de herramientas políticas y de liderazgo a quienes movilizaban a las comunidades; con todo, los aportes de la Comisión estuvieron en dos escenarios: la formación en liderazgo político y el acompañamiento a las organizaciones para la reconciliación y el apoyo psicosocial y emocional a las víctimas.

La Iglesia ha sido, entonces, un puente entre distintos actores que se han encontrado en escenarios de disputa, como lo expresa José Fabio Naranjo Mesa, miembro de la MIIC- PAX ROMANA en el marco de la Comisión de la Verdad (2020), la labor de la Iglesia en el conflicto armado y la búsqueda de la paz “es constitutivo del ser de la Iglesia”; para él, esto se ha manifestado a lo largo de la historia de Colombia con iniciativas que ha liderado o apoyado la Iglesia católica u otras Iglesias históricas como la Comisión de Conciliación Nacional, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, la labor de los menonitas en los Montes de María, los aportes de los Luteranos, los Claretianos en el Chocó, los trabajos de las Monjas de la madre Laura, entre otros; el papel de la Comisión Diocesana de Vida y Paz se puede enmarcar entonces dentro de la doctrina social de la iglesia; esta doctrina, para Arboleda (2011), es una parte esencial de la fe católica pues busca contribuir a la dignidad humana e, incluso, es una manera de unir a la Iglesia, entendiendo ésta, no como una institución rígida sino como las personas que hacen a la Iglesia (2011).

Así, Barrancabermeja, afirma Cristóbal, ha sido el epicentro del conflicto en el Magdalena Medio, pero también un laboratorio de paz, donde se gestó tanto la violencia, como la oportunidad misma de perdonar y reconstruir el tejido social; en medio del conflicto armado, la Diócesis de Barrancabermeja representó una institución de confianza para las comunidades y víctimas por medio de espacios como la Semana por la Vida y la Paz que sentaron las bases para la reconciliación y el perdón; de este modo, la Comisión Diocesana de Vida y Paz ha sido un apoyo para las víctimas del conflicto armado a través de sus programas de atención psicosocial y emocional, los diálogos pastorales y el acompañamiento en procesos burocráticos para el acceso a ayudas humanitarias; su gran eje de acción fue la reconciliación en medio de un escenario en que los actores estatales, grupos armados insurgentes y paramilitares, convergían agudizando el conflicto, y fracturando el tejido social, las relaciones comunitarias y de confianza.

Fuentes.

⮚ Arboleda Mora, C (2011), Epistemología de la nueva Doctrina Social de la Iglesia, Franciscanum, Revista de las ciencias del espíritu, 53(156), 17-49.

⮚ Comisión de Conciliación Nacional (2017), 11 Claves de los Diálogos Pastorales: La Protección de la Dignidad Humana y de los Derechos Humanos por los Agentes de Pastoral desde la Iglesia Católica, Konrad-Adenauer-Stiftung eV, KAS, Colombia.

⮚ Comisión de la Verdad (2020), Posición de las iglesias frente al conflicto armado en Colombia y ante la posibilidad de la paz, Disponible en: https://webcomisiondelaverdadco/actualidad/noticias/posicion-de-las-iglesias-frente-al-conflicto-armado-en-colombia-y-ante-la-posibilidad-de-la-paz.

⮚ Marín y Díaz (2012), Misión del Rio Magdalena Jesuitas Colombia, Documental, Audiovisual online, Vimeo, https://vimeocom/26731058.

⮚ Plata, W, & Figueroa, H (2017), Iglesia, resistencia pacífica y no violencia, La Diócesis de Barrancabermeja, Colombia (1988-2005), En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 22(1), 137-168.

⮚ Soto, E (sf), Monseñor Jaime Prieto Amaya apóstol del desarrollo humano, Periódico Caja de Herramientas, Edición 144, Disponible en: https://vivaorgco/novedades/103-monsenor-jaime-prieto-amaya-apostol-del-desarrollo-humano.

Resultado
Resistencia pacífica, frente a los estragos generados por la violencia en la región del Magdalena Medio, a través de la atención psicosocial y emocional a las víctimas dotándolas de herramientas de resiliencia, formación de liderazgo y capacidades de respuesta a la situación de violencia.