14. Plantones y marchas por la vida

OBSERVATORIO - CASOS - DIOCÉSIS DE BARRANCABERMEJA

Lugar: Puerto Berrio, Antioquia.
Modalidad: Memoria histórica.
Tipo: Ecológica
Autores: Iglesia católica (Diócesis de Barrancabermeja)
Participantes: Diócesis de Puerto Berrio, Parroquia Nuestra Señora de los Dolores y feligreses en general
Otros: Organizaciones de la sociedad civil y defensores de los derechos humanos, entidades gubernamentales, colegios y universidades y habitantes en general
Objetivo: Hacer resistencia pacífica de las acciones violentas, el asesinato y desaparición de los habitantes de Puerto Berrio, Antioquia.
Timeline: Antes, durante y después de la desmovilización de las Autodefensas y AUC en 2004 hasta la actualidad
Duración En los momentos de mayor agudización y degradación de la violencia
Descripción de la experiencia

La dinámica de la movilización y la lucha social que ha experimentado la región del Magdalena Medio ha sido documentada por autoras como Patricia Madariaga (2006), citada en Duque (2015), quien ha destacado las diferentes formas de organización social en medio del conflicto armado, cuyos actores, han llegado en ocasiones a entremezclarse con las acciones y formas de organización ciudadana; esta autora, destaca tres ejes de lucha sociales para la región: el primero, con el grupo de luchas articuladas a la cuestión laboral, el sindicalismo de la industria petrolera de la región y la lucha por los derechos de los trabajadores en un contexto que se tornó en la violación de los derechos humanos; el segundo eje, relacionado con la cuestión campesina y la lucha por la tierra que surgió a partir de la colonización y titulación de predios: movilización que predominó en los ochenta, durante las marchas campesinas del sur del Bolívar, como forma de protesta impulsada por la Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, a la que se sumaron herramientas de protesta como la invasión de tierras, los bloqueos en las vías y la toma de entidades, que, sin embargo, acabaron a medida que se agudizó el conflicto; y, el tercero, como un grupo de conflictos sociales vinculados a la región y sus pobladores que se movilizó en las zonas urbanas y que se orientó a la obtención de servicios públicos, solución de problemas de vivienda por el desplazamiento, y reivindicaciones que fueron dando forma a movimientos cívicos que pedían por la paz (Duque, 2015).

El municipio de Puerto Berrío, ubicado en el departamento de Antioquia, a orillas del Río Magdalena, ha sido un escenario de presencia de actores del conflicto armado, político y económico de la región; este municipio conecta Antioquia con los departamentos de Cundinamarca, Santander, Boyacá y Caldas, un lugar que, al estar en el centro del Magdalena Medio, cuenta el Padre Ever Oduber Betancur de la Diócesis de Barrancabermeja (protagonista de este caso), fue estratégico para la movilización de los diferentes grupos armados, y a su vez escenario de guerra y violencia: muertes, persecución y desapariciones, manifestó el padre.

En los años setenta Puerto Berrío fue el municipio con mayor influencia de partidos políticos de izquierda y de las guerrillas del ELN y las Farc-EP que hacían presencia en la región y se tomaban la justicia por su propia mano contra ladrones de ganado y delincuentes comunes; en la zona, comenzaron a surgir movimientos de autodefensas, mientras se regularizaba la presencia del Ejército en el casco urbano y se generaba una alianza entre los dos grupos para luchar contra las guerrillas (Rutas del Conflicto & La Liga Contra El Silencio 2020); así, la comunidad porteña, ante las diversas situaciones de violencia, pero principalmente ante las desapariciones, manifiesta el padre Ever; empezó a hacer Plantones y marchas por la vida, “que se convocaban desde la institucionalidad, como municipio, parroquia, ONG, organizaciones de derechos humanos y víctimas”.

Se movilizaban y convocaban las fuerzas vivas, léanse: sociedad civil, defensores de derechos humanos, estudiantes, trabajadores, organizaciones de mujeres, entidades gubernamentales, víctimas y comunidad en general, quienes se manifestaban por medio de diversas acciones colectivas y signos/símbolos como velas, fotografías de desaparecidos y muertos, cantos, diversos actos culturales y las fechas e historias de violencia; recorrían las calles del municipio, principalmente por aquellos lugares referenciados por el conflicto, las multitudes marchaban para visibilizar la situación en la región, y después llegaban a las plazas, parques, y lugares más representativos donde se habían cometido actos de violencia, a hacer plantones y realizar diferentes actos de recordación para los muertos y de memoria colectiva por la historia de las víctimas.

La Marcha, dentro de toda esta ola de violencia generalizada, como concepto sociológico, se relaciona con el de movilización social porque representan la unión de un grupo social en búsqueda de un fin; las marchas y movilizaciones sociales son fenómenos muy comunes desde mitad del siglo XX y su importancia puede cambiar o influir sobre estructuras políticas, económicas o sociales; con todo, una Marcha es una movilización de un grupo que expresa su insatisfacción o exige un cambio ante una problemática, existe un elemento en común que los une (aunque sea por el momento en que dura esa marcha), supone la reunión de ese grupo desde un lugar a otro, el desplazamiento sirve como una muestra de fuerza o presencia ( Bembibre, 2009); para García (2006), la sociedad civil colombiana ha recurrido a diversas y numerosas formas de acción colectiva, entre ellas las marchas y las movilizaciones, para expresar su rechazo a la violencia y manifestar su compromiso en la construcción de la paz; de este modo, la movilización por la paz, ha sido un fenómeno social que ha sido representativo por su carácter masivo; así, los años de mayor auge de estas acciones colectivas por la paz fueron a finales de los noventa y principios de los 2000, movilizaciones que han conllevado la participación acumulada de por lo menos 50 millones de personas, una cifra que coloca al país como uno de los escenarios de mayor respuesta a las acciones colectivas por la paz (García, 2006).

Durante los plantones también se elevaban plegarias y oraciones pidiendo por la paz, por el descanso eterno de los muertos, el cese de la violencia, los magnicidios, la violencia selectiva y el fin de los actos de la guerra contra la población, las víctimas y sus familias; espacios para los cuales, la Iglesia católica ha sido un actor clave en representación de estas manifestaciones por la paz; como lo menciona García (2006), la Iglesia ha contribuido a enriquecer prácticamente todo el repertorio de esas acciones colectivas por la paz que se han desplegado en el territorio colombiano: “No sólo han promovido celebraciones religiosas (como vigilias, misas, peregrinaciones), sino que también han jugado un papel importante en la convocatoria de otro tipo de acciones como las marchas y los foros o seminarios” (p,12); la Diócesis de Barrancabermeja, en el contexto de Puerto Berrío, ha hecho presencia a lo largo del tiempo en los Plantones por la vida, acompañando con oraciones y plegarias como manifestación de resistencia pacífica frente a la agudización de la violencia.

Para Plata y Figueroa (2017), referenciando a Molina (2004), quien ha analizado los procesos de resistencia comunitaria y transformación de conflictos, desde el conflicto Político y Armado Colombiano, la resistencia pacífica por parte de una comunidad ante un hecho violento es un acto que genera contratos de convivencia que transforman a la comunidad misma: “El valor objetivo y simbólico de esos procesos de resistencia permite que, actores sociales marginados y excluidos de sus derechos políticos, sociales, económicos y culturales, logren acceder a tales derechos mediante estrategias no-violentas y efectivas, convertidas a su vez en actos fundacionales” (Plata y Figueroa, 2017); para este caso, los actos litúrgicos de los plantones por la vida no han sido exclusivos para las víctimas, hacen parte de la anhelada paz: se trata de los plantones y marchas como escenarios para construir paz, reconciliación y perdón, que, además, se mantienen hoy como formas colectivas de protestar y continuar haciéndole frente a la violencia presente en la región.

Siguiendo a Kaldor (2005), citada por Ramos (2015), los plantones por la paz y marchas por la vida pueden ser leídos como parte de los movimientos sociales nuevos; los viejos movimientos sociales suelen ser de carácter obrero, aquellos enfocados en la autodeterminación, como los movimientos nacionales del siglo XIX y los anticoloniales; movimientos de masas dirigidos a la acción del estado, que se organizaban a través de sus comités ejecutivos y jerarquías internas; los nuevos movimientos sociales, en cambio, se consideran aquellos descendientes de las revoluciones estudiantiles de finales de los sesenta, y su preocupación está encaminada a la defensa de los derechos humanos, la igualdad de género, las cuestiones ambientales y la paz (Ramos, 2015); durante el 2005 y 2006, por ejemplo, en los escenarios de desmovilización de las AUC se agudizó la violencia, lo cual movilizó a los mismos miembros de este grupo a convocar plantones y pedir por la paz, “un sentimiento colectivo de incredulidad, miembros de la AUC que también clamaban por la paz” (Padre Ever Oduber, 2022).

Tras el Acuerdo Final de la Terminación de Conflicto y la Construcción de una Paz Estable (2016), se continúan movilizando las fuerzas vivas para el cese de la violencia: “nos cansamos de los violentos, nos más muertes, no más vidas perdidas de jóvenes en contra de los grupos armados ilegales; junto con la Iglesia pedimos un diálogo regional de paz”, afirma Gina Marcela Romo, personera del pueblo de Puerto Berrio; asimismo, desde la Diócesis, Monseñor Ovidio Giraldo, obispo de Barrancabermeja, invitó y manifestó la necesidad de establecer una mesa de trabajo por el respeto y la promoción de la vida.

(Canal Tro, 3 de marzo de 2023); la Diócesis, como se puede ver, ha sido y continúa siendo un actor clave en los escenarios de movilización social en el marco del conflicto en Puerto Berrio, tanto por su carácter religioso que permite vincular la espiritualidad y fe con las necesidades de las víctimas y sus familias, como por su capacidad de convocar, congregar y movilizar.

Fuentes.

⮚ Canal Tro (03 de marzo de 2023), Plantón para rechazar la violencia en: Barrancabermeja https://wwwcanaltrocom/planton-para-rechazar-la-violencia-en-barrancabermeja/.

⮚ Duque, U (2015), II Documento regional Convivencia y paz: realidad y perspectivas en la región del Magdalena Medio, En Fundación Cultura Democrática, Los procesos de paz en Colombia: experiencias y propuestas desde las regiones, Gente Nueva Editorial, Bogotá.

⮚ García, M (2006), EL PAPEL DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA MOVILIZACIÓN POR LA PAZ EN COLOMBIA (1978-2006), Disponible en: https://cpnndedu/assets/243412/2008_mauricio_garcia_duran_el_papel_de_la_iglesia_catolica_en_la_movilizacion_por_la_paz_en_colombiapdf.

⮚ Plata W & Figueroa H (2017), Iglesia, resistencia pacífica y no violencia, La Diócesis de Barrancabermeja, Colombia (1988-2005), Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 22(1), 137-168.

⮚ Rutas del Conflicto & La Liga CONTRA EL SILENCIO (2020), Convenios de Fuerzas y Justicia, Municipio Puerto Berrio, http://rutasdelconflictocom/convenios-fuerza-justicia/node/440.

⮚ Ramos A (2015), Movimientos sociales y protestas globales, Semanario Virtual, Caja de Herramientas, Disponible en: https://vivaorgco/cajavirtual/svc0476/articulo05html.

Resultado
Los plantones y marchas por la vida, como acciones colectivas por la paz y de respuesta/resistencia a la violencia y el conflicto armado en la región del Magdalena Medio, han representado escenarios de movilización social en los que se congregan y articulan actores de la sociedad civil, Iglesia, institucionalidad y organizaciones no, pidiendo por el cese de la violencia y la paz para los habitantes de la región.