13. Reconocimiento de N.N desaparecidos

OBSERVATORIO - CASOS - DIOCÉSIS DE BARRANCABERMEJA

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Lugar: Puerto Berrio, Antioquia.
Modalidad: Memoria histórica.
Tipo: Antropológica, Ecológica y Teológica
Autores: Iglesia católica (Diócesis de Barrancabermeja)
Participantes: Diócesis de Barrancabermeja, Parroquia Nuestra Señora de los Dolores y feligreses en general
Otros: Organizaciones de la sociedad civil y defensores de los derechos humanos, entidades gubernamentales, colegios y universidades y habitantes en general
Objetivo: Concientizar a la comunidad sobre la develación de la verdadera identidad de los N.N desaparecidos
Timeline: Después de la desmovilización de las Farc-EP en el año 2016
Duración Permanente
Descripción de la experiencia

Los actos violentos cometidos por grupos armados han dejado a lo largo y ancho del territorio colombiano miles de tumbas y restos de personas sin identificar que se conocen como Ningún Nombre (NN); según datos del Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (Sirdec), del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, para el año 2015 en Colombia había alrededor de 10756 NN sin identificar (Valencia, 2015); y aunque la ley de Justicia y Paz, planteó facilitar los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de los miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, su materialización ha resultado todo un reto dadas las formas de violencia que han caracterizado el conflicto armado.

Bajo estas circunstancias, una verdad dolorosa es el escenario del río Magdalena, que atraviesa el territorio colombiano, que ha sido uno de los cuerpos de agua que fueron usados como cementerio y lugar de desaparición de las miles de víctimas que ha dejado el conflicto armado; en Puerto Berrío, por ejemplo, un municipio del oriente antioqueño que limita con Santander y está a orillas del río Magdalena, se han vivido las inclemencias de la guerra, las cuales se han manifestado, entre otras formas, haciendo que el río traiga consigo cantidades de muertos y desaparecidos.

En este municipio, que es registrado por el Centro Nacional de Memoria Histórica como uno de los lugares con mayor cantidad de desaparecidos del departamento, el recoger cuerpos sin vida, NN que flotaban por los ríos o eran exhumados de fosas comunes, fue una constante; son tantos los NN que ha dejado el conflicto, que en algunos municipios de este departamento se encuentran más tumbas de personas sin identificar, que las marcadas y reconocidas como los muertos propios (Valencia, 2015); la adopción de NN en Puerto Berrio empezó a manifestarse desde la década de los ochenta como una práctica cultural y ritual en la que los habitantes de esta ciudad recogían cuerpos ajenos; para cuidarles, sepultarles y en la mayoría de los casos otorgarles un nombre, considerándolos ánimas benditas, cumplidoras de deseos, intenciones y peticiones; a quienes colocaban cirios, velas, pintaban de colores y ofrecían ofrendaban; entiéndase, para el caso prácticas culturales, siguiendo al sociólogo francés, Pierre Bourdieu (2008), como aquellas prácticas generadoras de identidad en tanto producen sujetos concretos que provienen de un habitus incorporado; y, léase los rituales, como conductas formales relacionadas con la creencia en seres o fuerzas místicas (Turner, 1999).

Para este caso, la vocación religiosa de la región y las prácticas alrededor de la muerte y la relación con las ánimas fueron configuradoras de la adopción de NN como una práctica socialmente reconocida; al respecto, Gómez & Muñoz (2013) plantean que los habitantes de Puerto Berrío, en la mezcla entre sucesos violentos y la tradición católica, característica de la sociedad, especialmente la antioqueña, han configurado devociones y ritualidades entorno a la muerte y el más allá; quienes adoptaban NN se han caracterizado por ver la solución de diferentes dificultades personales a través de la ayuda de entes extraterrenales, particularmente acudiendo a la ayuda de los muertos y generando toda una serie de intercambios materiales y espirituales; la devoción y la ritualidad plantean estos autores, giran alrededor de dar un buen viaje al ánima por medio de rezos, oraciones, súplicas y el cuidado de las tumbas.

Los símbolos, según Turner (1999), son las unidades mínimas de un ritual; así, el cuerpo del muerto adoptado aparece como el símbolo; los símbolos dan comportamientos a quienes acuden a él: el visitar la tumba, limpiarla, pintarla, llevarle flores, orar, intencionar, etc; y estos, guardan una estrecha relación con los procesos sociales, propósitos y contextos; las personas no adoptan los cuerpos como su deidad personal porque sí, sino como resultado del contexto violento o de desaparición, y de la variedad de problemas que tienen, buscando ayuda del ánima; quienes adoptan los NN creen y realizan rituales en torno a ellos con la esperanza de que algo cambiará, estará mejor, o para impactar positivamente su vida; esto lo confirma el padre Ever Oduber Betancur de la Diócesis de Barrancabermeja (protagonista de este caso), quien manifiesta que la adopción se daba, por un lado, como una forma de ritual funerario, simbolizando la acogida de los muertos ajenos como esperanza de que los muertos propios descansaran en paz; y, por el otro, desde la intención, pidiendo a las ánimas para que intercedieran por las dificultades económicas, financieras, de salud y los diversos problemas.

Todo lo anterior, bajo la teorización del símbolo de Turner (1999), se lee como el polo sensorial y el polo ideológico del símbolo; el sensorial desde los sentimientos y percepciones que genera la adopción del cuerpo, y el ideológico como la finalidad que se desea alcanzar mediante él; aquí, las peticiones e intenciones (Gómez & Muñoz, 2013); en esta misma línea, la adopción de los NN se lee como una conducta funeraria a través de la cual se busca aliviar los sentimientos que genera la muerte; la adopción era también una respuesta a la incertidumbre: pedir a un cuerpo desconocido, a modo de duelo y de consuelo por las perdidas propias, fue una forma de acoger y vivir la perdida desde la intención a las ánimas, “en estos cuerpos desconocidos encontraron el reflejo perfecto de lo que son sus propios desaparecidos, la violencia convirtió a este pueblo en un receptor de muertos ajenos, y sus habitantes han sabido vivir con la carga; para la Fiscalía General de la Nación, en cambio, esta costumbre no ha sido tan conveniente” (Rutas del Conflicto, 2021).

Los cuerpos ‘adoptados’ en Puerto Berrío, por personas de la comunidad, pretenden ser identificados y reconocidos a través de procesos científicos por parte del Estado, como parte de los intentos de reparación, verdad y justicia a las víctimas del conflicto; no obstante, consolidada la adopción de los NN como una práctica cultural la disposición legal de los cuerpos y su proceso de reconocimiento ha resultado un escenario de múltiples dificultades; dada la cantidad de NN existentes en los osarios y bóvedas del cementerio de Puerto Berrío con nombres que parecen reales, el origen de los cuerpos, su recogida y sepultura, en la mayoría de los casos, ha implicado dificultades para obtener información sobre estos; en este contexto, la Diócesis de Barrancabermeja ha generado procesos pedagógicos y catequéticos en Puerto Berrío, a través de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, con los cuales buscan concientizar y apoyar la identificación de los NN con las comunidades y apoyar el trabajo de la Fiscalía, Comisión de la Verdad, JEP y demás instituciones que aportan en la reconstrucción y memoria histórica del conflicto armado en Colombia.

Estos procesos pedagógicos han pasado por una labor educativa de la importancia de la memoria histórica en el marco de Acuerdos e intenciones de Paz, pero también como parte del ejercicio de garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación; aunque la adopción de NN es una práctica ya generalizada para la comunidad, que ha hecho parte de su realidad del conflicto y del duelo de las víctimas, la Diócesis se mantiene en pie para apoyar el proceso de construcción de memoria histórica y ser actor partícipe en la educación para la paz; a grandes rasgos, el rol de la Diócesis en este proceso ha ido en dos sentidos: el acompañamiento a las prácticas religiosas, misas, eucaristías y rituales de oración que han hecho parte de los encuentros y desencuentros entre las diversas manifestaciones religiosas y rituales; y, del otro lado, en el proceso educativo que se ha gestado para contribuir en el reconocimiento de los desaparecidos como parte de las acciones de reparación a las víctimas y de esclarecimiento.

Fuentes.

⮚ Bourdieu, P (2008), El sentido práctico, Siglo XXI de España Editores.

⮚ Gómez C & Muñoz P (2013), Ánimas del purgatorio ¿Quién las pudiera aliviar? El animero y los NN (No Nombrados): Religiosidad popular actual en Puerto Berrío, Antioquia.

⮚ Rutas del Conflicto (2021), Ningún Nombre, En el Especial El Magdalena o el Cauce de la Guerra https://rutasdelconflictocom/rios-vida-muerte/especial/rio-magdalena/ningun-nombrehtml ⮚ Turner V (1999), La selva de los símbolos, Madrid, Siglo veintiuno de España editores.

⮚ Valencia D (2015), NN: Rastros silenciosos del conflicto, Centro Nacional de Memoria Histórica, Disponible en https://centrodememoriahistoricagovco/tag/nn/#~:text=En%20Colombia%20las%20tumbas%20de,NN%2C%20se%20cuentan%20por%20miles.

Resultado
La adopción de N.N en Puerto Berrío, como una práctica cultural extendida entre la población, dio respuesta a la incertidumbre y necesidad de duelo que planteaba los ciclos de violencia en la región del Magdalena Medio en la que los muertos y desaparecidos propios no podían ser sepultados, ni dolidos; práctica que ha representado una serie de retos y desafíos para el estado colombiano en el reconocimiento de desaparecidos y la búsqueda de verdad, justicia y reparación para las víctimas; en este escenario, la Iglesia Católica se ha mostrado como un actor relevante en la identificación de desaparecidos.