02. Los efectos de la masacre de La Chinita

OBSERVATORIO - CASOS - DIÓSESIS DE APARTADÓ

Lugar: Barrio Obrero, Apartadó.
Modalidad: Memoria histórica.
Tipo: Estructural
Autores: Diócesis de Apartadó, Centro Integral de Escucha
Participantes: Centro Integral de Escucha y Teresa Becerra
Otros: Ninguno.
Objetivo: Brindar acompañamiento psicosocial a las familias del barrio Obrero, en Apartadó, quienes presenciaron la masacre de La Chinita
Timeline: Antes de la desmovilización de las AUC en 2004
Duración 29 años
Descripción de la experiencia

La situación de pobreza generalizada, violencia cotidiana, presencia de grupos armados ilegales de diverso corte ideológico y delincuencial, ausencia estatal y carencias de todo tipo (educativas, económicas, laborales, emocionales y sociales) de los pobladores del barrio Obrero en Apartadó, aledaño a la zona donde ocurrió la masacre de La Chinita el 23 de enero de 1994 donde 35 personas fueron asesinadas (34 hombres y una mujer), no solamente refleja la situación de precariedad de las víctimas directas de esta masacre, sino toda una emergencia social que llega a todos los habitantes de esta zona y que da cuenta de problemáticas relacionadas con el conflicto armado que van desde el desplazamiento forzado de las comunidades, persecución, amenazas, hasta daños psicológicos y sensación de miedo entre aquellos que continuaron habitando en este lugar donde se cometió una de las más crueles masacres por parte de las Farc-EP y que marcó el inicio de una cruenta persecución contra los desmovilizados de la guerrilla del EPL asociados en el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, fruto del Acuerdo de Paz con esa guerrilla, constituyéndose en una “cicatriz profunda que queda en el rostro de la lucha revolucionaria” (Verdad Abierta, 2023).

Como muchos barrios en el Urabá antioqueño, La Chinita nació tras un proceso de invasión de tierras el 8 de febrero de 1992 en Apartadó, cuando un centenar de familias de obreros bananeros salieron de los campamentos de las fincas donde trabajaban y decidieron ocupar 110 hectáreas de propiedad del empresario Guillermo Gaviria; estos ocupantes, fueron apoyados por Esperanza, Paz y Libertad; hoy en día, este barrio recibe el nombre de Obrero y lo habitan más de 35 mil personas en alrededor de 7517 viviendas (Verdad Abierta, 2023); años después de la invasión, se presentó una negociación entre los “ocupantes” y el gobierno del presidente Ernesto Samper (1994-1998), que lo compró por más de cuatro mil millones de pesos al empresario Gaviria (Ibid, 2023).

Este contexto de invasión de tierras, fue el escenario territorial de las incursiones de las Farc-EP que habían iniciado una persecución contra los desmovilizados del EPL y los simpatizantes de su movimiento político; así, según Corpolibertad, entidad que agrupa antiguos miembros de Esperanza, Paz y Libertad, entre 1994 y 1996 se registraron 18 masacres y 763 ataques contra excombatientes del EPL, entre homicidios, atentados, desplazamientos forzados y amenazas; asimismo, se presentaron más de 2 mil ataques contra sindicalistas que simpatizaban o conservaban vínculos con los desmovilizados; con todo, la masacre en el barrio La Chinita también marcó el inicio de una serie de matanzas en fincas bananeras durante la primera mitad de los años 90s (Ibid, 2023).

Bajo todo este escenario, la Diócesis de Apartadó y el Centro Integral de Escucha, en particular, se muestran como actores esenciales en los procesos de resignificación y construcción de proyectos de vida, apoyo psicosocial y acompañamiento espiritual para los familiares de las víctimas de esta masacre y, en general, de toda la población; así lo narra Teresa Becerra (protagonista de este caso) que, desde hace décadas vive en la zona, y conoce de primera mano los efectos de la masacre de La Chinita; Teresa da fe de que este acompañamiento individual y colectivo ha servido para realizar procesos de sanación, manejo de duelo, reconciliación con el pasado violento y resiliencia; asimismo, ha permitido proyectar otras posibilidades de vida y, con el paso del tiempo, garantizar trabajo, alimento, construcción del tejido social y acompañamiento psicológico y emocional a diversas generaciones.

El ejercicio del Centro Integral de Escucha se presenta para Teresa como una red de construcción: se va sanando un “duelo” y de ahí en adelante en ese tejido de red se van sanando otras esferas emocionales, ampliando las posibilidades de sanar el tejido; el Centro Integral de Escucha resulta también la oportunidad para formar niños, niñas y adolescentes con pensamientos menos violentos; así, la figura de las acciones y apoyos en red se puede leer de dos modos: como el proceso personal de cada beneficiario, desde el trabajo con aquellos que han sido víctimas de la violencia y el conflicto armado; y como el proceso colectivo de sanación y camino a la reconciliación pensado en la formación de generaciones menos violentas; igualmente, la figura de ‘Dios’ aparece en los procesos de reconciliación como un actor clave que da fe, acompaña la resiliencia y al que se le entregan tanto los dolores y tristezas, como las esperanzas y sueños; precisamente la labor de la Diócesis se centra en la fe y la confianza que cada beneficiario tenga en ‘Dios’ o que va construyendo en el camino.

Fuentes:  Verdad Abierta (marzo de 2023), Masacre de La Chinita: el difícil camino de la reconstrucción de la verdad.

Resultado
Resignificación del proyecto de vida de Teresa Becerra, junto a su familia, a través de apoyo emocional, espiritual, psicosocial y de generación de su proyecto productivo.